Considero que no hace falta aclarar que soy un ser que sufre de ciclotimia leve, ya que eso es sabido por la mayoría de las personas que conocen al menos un “poquito”. Esto se manifiesta en todos los aspectos, e incluso en mi convivencia con la Srta. Amalia. Ella es quien realmente padece mis ataques de euforia y amor profundo que luego se convierten en desapego, tal como si se tratase de un matrimonio acabado luego de 20 años de convivencia y dos by-pass gástricos. Pero todo esto cambia los viernes por la noche, cuando generalmente el mundo parece ser un excelente lugar donde vivir. Durante este “eclipse” o “puente emocional” ocurren cosas maravillosas. Asi es como el mega-chino de Diaz Velez parece tener las mejores ofertas en materia de alcohol y cualquier vegetal hervido se siente como un manjar. Claro que la única (y no por eso menos importante) condición para que se cumpla este hechizo, es la de lograr abstraerme por completo del caos generalizado que suele invadir este diminuto departamento al culminar la semana. En la mayoría de las ocasiones esta regla se cumple y así es como cualquier canción pasa a ser la mejor del mundo, la gata un felino increíblemente adorable, el trago mas vulgar una delicia excepcional y los repollitos de bruselas una exclusividad digna de “La Bourgogne”; hasta que finalmente, pasan algunas horas e inevitablemente, caen algunos invitados en la búsqueda de cantos, diversión, tragos y luces de navidad. Por lo general, la euforia se extiende hasta las 3 AM y termina con varias tazas de caldo, siestas inesperadas en el piso y algunos afortunados tomando el sommier con la clara intención de pernoctar bajo el techo de plastilina. Pero todo esto cambia rotundamente el sábado por la mañana, cuando soy consciente de que el caos ha sido potenciado, el mate tiene sabor a herradura de colección, el queso es absolutamente insípido, la música retumba en mis odios sin poder encontrar el disco adecuado, e ir al lavadero se convierte en la odisea mas grande de la historia de la humanidad; sin dejar de lado que durante este lapso las luces de navidad me resultan una de las 3 cosas mas ridículas del planeta y al tener que tirar el sobrante de tragos, siento profundas nauseas recordando las absurdas y horribles combinaciones etílicas que se hicieron pocas horas atrás. Mas tarde, y lleno de mal humor, tomo coraje esperando que las primeros y terribles momentos se esfumen como en un cuento fantástico y me dispongo a hacer las compras de la semana, para luego comenzar con una limpieza ambiental, espiritual y corporal que me permita recuperar el humor... al menos... hasta la mañana siguiente.
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